Desde mi celda doméstica
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sábado, 9 de mayo de 2015

MANOS UNIDAS


Manos Unidas


Cada año, por estas fechas, los de Manos Unidas golpean la puerta de nuestros corazones solicitando entrada a sus solidarios mensajes. Y es de agradecer. El corazón humano se enfría con el tiempo, se endurece a base de costumbre, corre el riesgo de no enterarse de lo fundamental. Va rebuscando tesoros de un lado para otro y no se percata del que lleva dentro de sí, infinitamente más grande que los que pudiera hallar fuera de sí mismo.
Manos Unidas nos invita, pues, a mirarnos el corazón. Demasiados días llevamos mirando las moscas pasar. Todo un año distraídos, porque ya se encargan, quienes debieran ayudarnos a ser personas, de que estemos dispersos el mayor tiempo posible. El politiqueo, el comadreo, el chismorreo… Todo, con el único propósito de tenernos evadidos de la realidad. Hasta el carnaval de estos días quisiera ponernos una tupida celosía para que nos olvidemos de que sólo en la conversión y reconversión está nuestro verdadero progreso.
Sí. Bienvenidos seáis los de Manos Unidas. Llamad, gritad, golpead nuestras almas entumecidas. Recordadnos nuestra auténtica grandeza que, al tiempo, es responsabilidad: la solidaridad, la fraternidad, la sensibilidad hacia las necesidades ajenas. Decidnos claramente que no se llega a la meta por caminos de desvío. Gritadnos que no habrá paz con enfrentamientos sociales. Y que los epulones no pueden ser, y de hecho no son, felices mientras los lázaros, sentados a sus puertas, reciben el único consuelo de las migajas de pan y de los lamidos de los canes compasivos.


Alfonso Gil González

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