Desde mi celda doméstica
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domingo, 10 de mayo de 2015

MISIÓN COFRADE


Misión cofrade


Ya no vivimos los tiempos teocráticos de antaño. Hoy, ser cristiano, o ser cofrade, conlleva el riesgo de la misión en un mundo cada vez más incrédulo. Misión hacia fuera, sí, pero misión hacia dentro igualmente. Nuestros niños no rezan por no saber rezar. Ya no es la casa el ámbito de la Iglesia doméstica. A los jóvenes les da vergüenza rezar; su fe, desde luego, no está alimentada en lo cultual. No son las iglesias sus centros de atención. Los mayores caminan al sepulcro compartiendo dioses con el Dios de sus padres. Transformado el Dios único y celoso Padre en una especie de fármaco sanalotodo, la Fe se trueca en simple creencia, la razón ha dejado su puesto al sentimentalismo, y ya da todo lo mismo.
En un mundo así, religiosamente mediocre, el cofrade se atreve a salir a la calle –no sabemos por cuánto tiempo aún- para exponer a curiosos y devotos las bellas Imágenes que nos hablan del misterio escondido a los sabios mundanales, pero manifiesto a las almas de corazón sencillo y acogedor de la Verdad amante. Durante siete días, lo que duraban aquellas famosas misiones populares de posguerra, el cofrade, y más concretamente el andero o costalero, muestra al mundo cuál sea el Camino, cuál la respuesta ya ni siquiera buscada por la inmensa mayoría de la masa humana. Él mismo está contagiado de esa forma vacua de entender la vida, no sabiendo, en realidad, lo que lleva sobre sus hombros.
Cehegín inició, hace unos años, un proceso de reconversión de su Semana Santa. Viejas y nuevas cofradías se dieron la mano para un proyecto común de dar auténtico sentido a la vida cofrade. Pero hay que estar alerta. La tentación de la vanidad, del orgullo, de la soberbia, es decir, la tentación primigenia en la historia de la humanidad, no es fácil vencerla. Los medios audiovisuales alimentan demasiado nuestros sentidos exteriores, y claudica la lucecita que nos invita a mirar el interior. Poco puede conseguirse desde la superficialidad. Poco bueno, quiero decir. He ahí nuestro territorio de misión. Lo cofrade, como lo cristiano, pasa por interesarse en hacerse persona. La Semana Santa es la del Hombre por excelencia –Hecce Homo-.
Hermosa tarea, hermanos cofrades.

Alfonso Gil González


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