Desde mi celda doméstica
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jueves, 14 de mayo de 2015

SEMANA SANTA EN CEHEGÍN


SEMANA SANTA EN CEHEGÍN


  Se abría la Semana Grande con el Domingo de Ramos. Procesión de palmas y olivos. Convento franciscano e Iglesia de Santa María Magdalena. Entre uno y otro templo, un río de cofrades vestidos del blanco de San Juan, del nazareno de Ntro. Padre Jesús y de las rojas estolas de la Entrada a Jerusalén. El anticipado triunfo de Cristo, que la Sociedad Musical celebró por la tarde con un concierto de marchas, y que, músico también, estuvo presentado por el Presidente de la Junta Central de Cofradías.
  Martes Santo es verde en Cehegín. La Cofradía de la Pasión de Cristo sale en solitario. Paso del Prendimiento o del Beso de Judas, paso de la Magdalena y, desde al pasado año, paso del Niño Jesús abrazado a su futura cruz. Cofrades infantiles para éste, mujeres nazarenas para la santa penitente, hombres para la Imagen titular de una Hermandad que, desde hace nueve años, adorna con el verde de la esperanza las calles y plazas del más grande y bello catastro histórico murciano.
  La Procesión del Silencio es un clamor del alma ceheginera en la noche de su Miércoles Santo. Cofradía del Cristo de la Paz, de sayal franciscano, que adelanta todo el rigor y la belleza del Triduo Sacro, reposando a su Cristo sobre privilegiados hombros. Estrechez de rúas y anchura de corazones. Recónditas plazoletas y andares de misterio para que sólo la oración callada dialogue con el Amado que tan pacíficamente se nos entrega. El silencio absoluto y la plegaria inefable florecen musicalmente al regresar a su Sede. Todo se torna apoteosis.
  Jueves Santo. Procesión del Señor de los Azotes. Los”azules” con su Primer Dolor de singular belleza femenina, los “moraos” con su Oración del Huerto, los “blancos” de San Juan Evangelista con su inmaculado Cordero Pascual, los “coloraos” con el Titular de la Procesión, ya salpicado con su preciosísima sangre. Y, cerrando el cortejo que salió del barrio de San Antonio, la Madre Dolorosa. Puesta en escena de los Misterios antes celebrados en el ámbito eclesial: Amor fraterno y Eucaristía.
  Tras el Encuentro de la mañana, testigos del cual están casi siempre los apóstoles Pedro y Juan, la Procesión de Nuestro Padre Jesús Nazareno, iniciada en El Mesoncico y, este año, acortada, para descanso de presidentes y anderos, que han de preparar la de la noche. Cofradías del Primer Dolor, de la Preciosísima Sangre, de Ntro. P. Jesús, de San Juan y de la Virgen de los Dolores. A mediodía, todas en La Magdalena. Y empiezan los “pasodobles”, la hora de las tinieblas, la alegría de los incrédulos.
  Procesión nocturna del Santo Entierro, desde la Iglesia de La Soledad, la suya. El Santo Sepulcro va especialmente escoltado. Negro riguroso. Crespones de luto. El Calvario de los “moraos”, el Descendimiento de los “azules”, la Virgen de las Angustias de los “coloraos”, el San Juan de los “blancos”, y La Soledad de los “negros”. Todos, con el Sepulcro que pronto quedará vacío. Cehegín contempla la más larga y fúnebre comitiva. El paso ante el Hospital es un respiro, una concesión a la honra de unos y a la vanidad de otros. Todos de acuerdo.
  Y el Domingo de Resurrección. La noche cede el protagonismo a la luz esplendorosa. Es una Procesión de gozo, porque la Cruz ya es sólo un signo glorioso de salvación. Cruz triunfal y floreada. Juan lleva el libro de su testimonio, de lo que ha visto y oído. “Resucitado” de Nicolás de Cusi. La Banda de Música de Cehegín, incomparable, haciendo sonar más y más pasodobles en plenitud de sentido, mientras los caramelos cruzan el aire, mensajeros de la Buena Nueva, y ya eterna. Cehegín celebra la Pascua, que prolonga en el campo y en el monte con hornazos y habas tiernas. Plena Primavera para el mundo.

Alfonso Gil González
 

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