Desde mi celda doméstica
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jueves, 14 de mayo de 2015

SEMINARIO EDUCACIONAL


Seminario educacional


Allá por el año 1959 concluía yo mis estudios de bachillerato. Iba a emprender mi partida de Cehegín, de donde  estaría ausente hasta 1998. No ausente del todo, porque este pueblo atrae como un imán y, de vez en cuando, uno tenía la posibilidad de venir a ver a la familia y a los amigos. Es a través de estos como iba viendo el devenir del Colegio Virgen de las Maravillas, sito en la misma calle en que mis padres tenían su casa. Él fue de las últimas imágenes que me llevé en la retina de los ojos cuando partía para otros lugares de nuestra geografía. Ese año, 1959, este nuevo seminario educacional abría las puertas de sus aulas a cientos de niños cehegineros, niños que iban a moldear sus mentes y sus almas en el yunque del estudio y de la convivencia, bajo el sabio quehacer de abnegados maestros, que, poco a poco, con paciencia amorosa, irían cultivando las tiernas plantas a ellos confiadas. Ciencia y Fe caminaban, entonces, de la mano. Ser maestro era, fundamentalmente, ser educador. No se pensaba tanto en el futuro profesional de sus pupilos cuanto en hacerlos hombres de bien, ciudadanos dignos de todas las venturas. Cehegín siempre estará agradecido a unos y otros: a los que tuvieron la suerte de ser formandos en este Colegio y a los que tuvieron la feliz responsabilidad de impartir una educación integral.
Hoy también. También hoy, a los 50 años de su nacimiento, el Colegio de Educación Infantil “Virgen de las Maravillas” sigue siendo modélico en nuestro pueblo. Es bello por fuera y por dentro. Orden, limpieza, alegría, dedicación, sabiduría y humanidad son virtudes que yo, más viejo, descubro sin esfuerzo al acercarme a su personal docente y discente. Por eso, cumplirá sus bodas de diamante, y llegará a centenario, y mis ojos ya no lo verán, ni mis oídos percibirán la alegre algazara de sus pequeños infantes, y, no obstante, la inmortalidad de esta Ciudad de las Maravillas me llevará a la mía los ecos de este rincón del saber, de este seminario educacional a cuyas bodas de oro tengo el honor de aportar este humilde homenaje, expresión sincera de mi reconocimiento humano y de mi gratitud como ceheginero.

Alfonso Gil González

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