Desde mi celda doméstica
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jueves, 14 de mayo de 2015

SOMOS DE AYER


Somos de ayer


El reciente hallazgo de restos humanos prehistóricos en Caravaca de la Cruz nos debe llamar la atención sobre nuestro pasado. Es evidente que, entre los hombres de ayer y los de hoy, hay una concatenación. Por muy evolucionados, o superiores, que nos creamos, todos procedemos de aquellos otros humanos que conocieron el paleolítico. Todos somos de ayer.
No sé por qué extraña razón, pero no por haber evolucionado en positivo, algunos se creen de una estirpe especial, selecta, como si dimanaran, sin mácula histórica, de algún semidiós que marcara a su progenie una señal que les hiciera intocables. Y puede que tengan razón, porque el orgullo fue el primero de los pecados, y en estos a los que me refiero aún no ha evolucionado a humildad. Son, pues, tan primitivos como sus ancestros de la edad del cobre, del bronce o del hierro.
Afortunadamente, nuestras tierras fueron visitadas por pueblos indoeuropeos, más o menos pulimentados, y nuestras cuevas dieron cobijo a rudos cazadores, cuya inteligente visión fue avanzando hacia el arte, la orfebrería, la agricultura, las letras… hasta la influencia griega y tartésica, que pusieron la alfombra por donde, más tarde, pisaran las legiones romanas. No hay rincón español y, por ende, levantino que no sea testigo de esa mezcla humana de la que formamos parte.
Yo creo, sí, que todo camina hacia la unidad con el Uno, pero no por caminos de independencia étnica o cultural, sino por la enorme vía que la inteligencia humana ha construido desde el paleolítico, asumiendo y asimilando esas etnias, esos cerebros, ese estilo de ser y comportarse, cuyo apareamiento  nos iguala, nos autentifica y nos regresa a aquella hermosa simplicidad del paraíso perdido, del que nos sacó, precisamente, la estulticia de creernos más que los demás.

Alfonso Gil González

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