Desde mi celda doméstica
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viernes, 19 de junio de 2015

FLORECILLAS ALFONSINAS (Capítulo Vigesimoctavo)



Capítulo XXVIII


Protagonismo mediático

En el resumen que mi hago del primer mes de 1984, destaco, en primer lugar los “reyes” de casa. Hay todo un ritual. Al amanecer de la Epifanía del Señor, veíamos los regalos empaquetados, repartidos por los laterales de nuestras camas y por el pasillo de la casa. ¿Cómo describir la ilusión de ese día singular? El segundo aspecto que resalto son los conciertos del Teatro Real. En tercer lugar, la comida con el grupo de jóvenes en el restaurante “Rias Baixas” de la calle Amaniel 36. Mantuve este grupo durante muchos años, hasta que se casaron todos. 
Empecé a dar charlas en Vallecas, en la parroquia de San Timoteo, sobre la Iglesia, con el enunciado de CÓMO HACER UNA LECTURA DE LA HISTORIA DE LA IGLESIA. A nivel vicarial, mantuve reuniones con sacerdotes y responsables de catequesis. El 27 de enero, voy a una charla que, con el tema “Lutero y el tomismo” impartió el profesor agustino Argimiro Turrado. Años atrás me encontré con él en Pamplona, con ocasión de los congresos vocacionales. Yo defendía que la vocación se puede tener desde muy pequeño y era para siempre, aunque cambie el estado civil de cada persona.
El último punto reseñado en este mes de enero fue la ofensiva de ETA en Madrid. “Desgraciadamente, ese pequeño o gran número de asesinos ha sembrado la muerte durante demasiado tiempo. ¿Podrá sostenerse una situación tan vil?”, anotaba.
Febrero se inicia con la charla que da, en San Pío X, el entonces secretario de la conferencia episcopal, Fernando Sebastián. Habló sobre “la Iglesia española hoy”, pero no me agradó en demasía. El 7, apunto la triste noticia del fallecimiento del hijo mayor de Alfonso de Borbón, en accidente de coche tenido con su padre y hermano, en Navarra. Este Alfonso de Borbón, curiosamente, moriría en un accidente de esquí, en los USA, algunos meses después. Su segundo hijo será el heredero, para muchos galos, de la corona francesa. Escribo: “No me gustan los días sin auténtica oración, personal y familiar. La Palabra de Dios debe ser luz continua para cada instante de nuestro existir. Y hay que dejarse iluminar por ella”. 
Después de diez años, vuelvo a ponerse en contacto con un antiguo compañero y amigo, Cayetano Ros. El día 18 de febrero, sucedía una anécdota simpática. Por la tarde, hubo una eucaristía con motivo del fallecimiento, dos años antes, de la mujer de Luis Campos, el del kiosco de periódicos. Resulta que, cuando yo leía aquellas palabras de Jesús de “no perdáis la calma”, nuestro amigo Fernando Armenta destrozó el asiento al sentarse, cayendo al suelo con sus más de cien kilos. La risa fue general, empezando por el viudo que, al terminar, comentó: “Yo creía haber pagado un funeral, no una sesión de circo”. El día 25, participaría en el “lunch” que tuvieron los profesores del “San Pío X” para celebrar la ordenación sacerdotal de un, hasta entonces, Hermano de la Salle, Jesús Sastre. Fue ordenado en la iglesia parroquial de San Cristóbal y san Rafael, en Bravo Murillo 37, por el arzobispo de Sevilla, el franciscano Mons. Amigo.
En marzo, a propuesta de Julio Pinillos, voy a realizar un viaje a Valencia, a fin de potenciar el Moceop en aquella ciudad levantina. Fui en  bús, con un billete de ida y vuelta que me costó 2.850 pesetas. La empresa de viajes se llamaba “Auto-Res”. Con una mínima parada en el hotel “Alarcón”, llego por la noche a la capital del Turia, donde me reciben Deme y Espuche, compañeros en el sacerdocio casado. Allí me reúno, al día siguiente, 4, con los demás sacerdotes. Me doy cuenta                 que la mayoría no quiere saber nada con lo que huela a “institución”. Durante los viernes de marzo, asisto en Caldeiro a las charlas cuaresmales que da, estupendamente, un tal Julián Ruiz. Ya los títulos de ellas las hacían interesantes: “La fe enraizada en lo real humano”, “Identidad de la adultez creyente a finales del siglo XX”, “Creyentes en Jesús, en un mundo desafiante y paradójico” y “ El creyente cristiano, feliz de serlo”. El mes lo concluyo dando gracias por su significado y trascendencia. En realidad, el mes de mi vida es marzo. Y, en este mes del 84, inicio, además, la dirección espiritual del Colegio “Nervión”.
En abril, aún sigo  levantándome temprano para poder ayudar en el kiosco de prensa a mi amigo Luis. El 23, juntamente con el párroco Trueba, acompaño a los jóvenes a la excursión organizada en Riaza (Segovia), donde pasamos un hermosísimo día en uno de los lugares más bellos. “Riaza y su entorno –escribo- forman un pintoresco lugar, digno de ser visitado con frecuencia”.
Voy  a empezar el mes de mayo con esta súplica a la Virgen: “Madre mía, ayúdame en este mes a ser más de tu Hijo”. El 4, estuve en Radio Cadena Española, en la calle Ayala 15, para participar en un debate sobre “sacerdocio, celibato y matrimonio”, con el decano de la facultad de teología de Comillas. Moderó Jorge Lafuente. El 13, vuelvo a Vallecas para dar una charla sobre la pequeña comunidad cristiana. El 20, vomos con la familia y vecinos hasta Calera y Chozas, más allá de Talavera. Al regreso paramos en el santuario de Nuestra Señora del Prado. Invité a cada uno de los obispos españoles al Congreso que el Moceop iba a celebrar en Madrid. El único que contestó, y para excusar la ausencia, fue el obispo de Huesca, mons. Osés. En la mañana del 31, fuí entrevistado por Charo Nogueira, para la agencia de información LID.
El 4 de junio, Ricardo Cantalapiedra y otros se reunieron conmigo e Ildefonso Herranz para preparar el programa que harían, al día siguiente, en Radio El País. Ya había salido en “Cambio 16”, una revista de difusión nacional. Se trataba de hablar sobre los “curas casados”. A raíz de eso, me llamaron de Radio Cadena Española y de “Diario 16”. Pero la repercusión de mi salida                   en los Medios iba a tener para mí un efecto económico y laboral negativos. El día 6, recibía en casa a dos periodistas de “Diario 16” , y una extraordinaria carta de cuatro folios de un sacerdote casado gallego. Como el día 9 se iniciaría, en el “San pío X”, el II Encuentro Nacional de Curas Casados, recibí  la visita de Manuel Silva, de la agencia EFE, y la llamada de la televisión catalana, que se presentaría al “encuentro”. Abrió el congreso la ponencia de José María Castillo sobre “Iglesia, Comunión y Ministerios”. Al término, hubo un interesante coloquio. Después, comimos  todos juntos en el restaurante chino “Taipei” de la calle Alcalá. Por la tarde, los asistentes al congreso hablaron de su experiencia en la comunidad cristiana. Al terminar la Jornada, hubo una Eucaristía concelebrada, que presidí. Al día siguiente, se leyeron las comunicaciones y se revisaron los objetivos marcados en el 82. Salí  en el programa “La tarde” de TVE, y, el 12, me llamaron de Radio 3, de RNE, para intervenir en un coloquio.
La reacción jerárquica a todo esto no se hizo esperar. El, entonces, arzobispo de Madrid, Angel Suquía, escribió al director del “San Pío X”, quejándose de que se celebrara allí el congreso del Moceop, y de la participación del padre Alfonso en él. No obstante, el 15, volví a participar en “Antena 3” –radio- en la grabación de un debate sobre los curas casados. El 17, con ocasión del fallecimiento de mi amigo Luis,          puse   en el kiosco el letrero que decía “cerrado por defunción”. El 18, José Antonio Olivar, de la agencia EFE para Hispanoamérica, me entrevistó e hizo algunas fotografías en casa. Tras una conversación teológica mantenida con algunos amigos, escribo en mi “diario”: “El hombre siempre Te busca, aun cuando parece huir”. 
No obstante la muerte de su dueño, el kiosco lo seguía abriendo yo. Así continué mucho tiempo, hasta que la hija de Luis Campos pudo atenderlo personalmente. Referente a esto, anotaré el 22 de junio: “¡Cómo noto el cansancio de estos días, de estos madrugones, desde que estoy yendo al kiosco!” Y lo hermoso era que lo hacía desinteresadamente.
Para alabanza de Cristo. Amén.

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