El centurión suplica por su siervo
La fe de aquel soldado romano es modélica. Jesús no encontró cosa igual en su país. No es un caprichoso que exija la presencia del Señor para curar a su criado. Basta con que lo mande a distancia, porque a Él le está sometido todo.
Y esa forma de fe y de súplica la hemos recogido para recibir la Eucaristía: Señor, no soy digno de que entres en mi casa, pero una palabra tuya bastará para sanarme.
Ahora bien, ese soldado romano no era “oficialmente” creyente… ni estaba bautizado.
Alfonso Gil González