Capítulo XXXI
El camino oriental
En julio de 1985 se halló una bala de la Guerra del 36 en Caldeiro. No estaba detonada. No hay que olvidar que allí tuvo “el Campesino” algunas de sus famosas checas. Estos primeros días del mes los utilizamos para pintar, empapelar y adecentar las habitaciones de la casa. El 14, escribo este soneto:
Este inmenso mundo por Ti creado/
salido de tu mano poderosa/
por fusión del Espíritu y de “cosa”
/Cosmos es, tras el caos, iluminado.
Esta tierra, Señor, que nos has dado,
/la tierra de tu Verbo bondadosa
/por mezcla del espino y de la rosa/
signo es de tu amor crucificado.
No nos basta la vida sin tu vida.
/Para muerte nos sobra con la nuestra.
/Mundo y tierra, ¿qué son para los hombres?/
Anhelamos el fin de la partida/
planteada al nacer en juego extra
/y que Tú nos corones y nos nombres.
Las charlas que impartí desde enero a junio en la parroquia de San Joaquín, en San Blas, me las abonó el cura Jesús Polanco. ¡Qué bien vino esa ayuda a nuestra escasa economía! Como igual de bien nos vino el envío del cura de Oporto, Vitorino Brandao, y la paga extra del “Nervión” y del “Santa Helena”. Y marchamos a Cehegín para las vacaciones estivales. El día 24, nos asustamos con la caída de espaldas de nuesra hija, que le trajo algunas complicaciones, teniéndola que llevar a la Ciudad Sanitaria de Murcia. Han pasado muchos años de aquello, y aún arrastra sus consecuencias.
Agosto del 85 lo empezaron nuestros hijos en la piscina, adonde los llevaba con frecuencia. El sofocante calor del día 5 -48 grados- hizo que yo cogiera una insolación, teniendo que guardar cama y afectándome a la garganta. Recuperado, me reuní varias veces con el grupo de jóvenes, con los que dialogo sobre la resurrección, la fe, la evangelización, el compromiso cristiano, la comunidad… Esos jóvenes estaban hambrientos de formación. De ellos, con el tiempo, saldrían varias vocaciones sacerdotales.
Ya en Madrid, pongo al día la administración de la comunidad de vecinos y recibo a García Viñó, que me regala un libro sobre “Hacerse eunucos por el Reino de Dios”, de un jesuita norteamericano. La conclusión del mismo es que los verdaderos eunucos, en el contexto evangélico, son los que se mantienen fieles en su matrimonio.
En septiembre, visito a una joven, hija de unos amigos de Molina del Segura, en el Hospital de la Princesa de Madrid. Está enferma de leucemia y, aunque trasplantada de médula, moriría días después. Yo suplicaba al Señor: “Que no se diga que Tu eres un Dios de muertos”. Súplica que, años más tarde, me veré precisado a hacer y, esa vez, con total y positivo fruto. Asisto en el Seminario Diocesano a la asamblea de la Asociación Española de Catequetas (AECA), de la que era presidente el que, después, llegó a ser arzobispo y cardenal, Antonio Cañizares. Fueron tres jornadas de trabajo, de constataciones y de propuestas.
Reinicio mis clases en el “Nervión” y en el “María Hita”. Causé baja en el “Santa Helena” y, en cambio, encontraría trabajo en el Colegio “Nuestra Señora de Fátima”, alias ELFO. El 21, asisto a dos reuniones, la del Moceop y la de Asce. Las dos son de sacerdotes casados. Los primeros, en una línea moderna y actual de entender el ministerio sacerdotal; los segundos, en una posición más clásica y leguleya. Seré amigo de todos, pues quiero que unos y otros ejerzan su ministerio como misión directa de Cristo para el mundo.
En octubre, viene a Madrid, desde Argentina, el obispo Jerónimo Podestá, separado de su ministerio por estar igualmente casado. Los del Moceop comemos con él en el “Tai-Pei” de la calle Alcalá. Al día siguiente, 20, celebraríamos todos una Eucaristía en Vallecas. Dos buenas noticias me esperan: Por una parte, el profesor Secundino Movilla me va a regalar su libro “Ofertas pastorales para los jóvenes”; por otra, Francisco Mantecón, cura casado, me comunica que va a venir a Madrid un obispo católico-oriental, interesado por los curas casados españoles.
Los días 8, 9 y 10 de noviembre fueron para mí de capital importancia. Me entrevisto con ese obispo. El encuentro lo considero providencial. De hecho, Mar John, así se llamaba el citado obispo, se reúne con algunos sacerdotes casados. Éste les explicó la historia del rito sirio y cómo se ha formado un Ordinariato Internacional para recuperar a los curas casados para el ministerio. Reflexionaron sobre la espiritualidad matrimonial del sacerdote. Por fin, en una ceremonia íntima y comunitaria, el obispo oriental presidió la Eucaristía, en la que oficialmente impuso las manos sobre mi cabeza, como reconocimiento de mi ministerio sacerdotal entre los orientales. Todos los sacerdotes presentes hicieron lo mismo sobre mí, que, el 13, dí una charla en el “San Pío X” sobre “el amor cristiano como testimonio en la sociedad”. Y en la Escuela de Teología de San Blas empecé a explicar los Sacramentos.
En el inicio de diciembre del 85, me carteo con un tal Sean Walsh, que es un sacerdote casado norteamericano, amigo de Mar John, y que está destinado en Rabat (Marruecos), representando a la FAO. Poco después, recibo por escrito la aceptación oficial en el rito oriental, enviada por Mar John.
Al acercarse la Navidad, mi familia recibía un regalo especial de la comunidad de vecinos. Era una forma de agradecer nuestra entrega y servicialidad para con todos ellos. El 23, celebré la Eucaristía para los vecinos que se reúnen semanalmente en una catequesis de adultos. A la misma asistieron otros amigos de fuera de casa.
Terminé el año completamente afónico.
Los viajes del Ordinariato
Inicio 1986 escribiendo: “¡Qué pronto se pasan los días de descanso, auténtico ocio, en los que uno se dedica preferentemente a lo que considera más humanizante”. Evidentemente, para mí, lo “humanizante” era la música, la lectura, el diálogo, la oración.
Pepe Mora, desde Huelva, y Francisco G. Chaparro, desde Sevilla, se interesan por lo del Ordinariato. Mientras, iba recibiendo cartas de Mar John en inglés.
Aprovechando la estancia de mi familia caravaqueña en Madrid, fuí con ellos al Centro Cultural de la Villa de Madrid, donde escucharon el concierto de la Banda Sinfónica Municipal de Madrid, que interpretó a Mendelssohn, Chabrier, Luna y Rimsky Korsakov. Al día siguiente, 20 de enero, moría el alcalde la capital de España, Enrique Tierno Galván, cuyo entierro paralizó la vida laboral y académica, siendo enterrado cristianamente, por expreso deseo suyo, en el cementerio de la Almudena, y no en el civil.
En febrero del 86 visito al cardenal-arzobispo de Madrid, Angel Suquía. Hablamos de todo aquello en lo que, de una forma u otra, participaba. Pero la impresión que me llevé fue lastimosa, tras más de una hora de audiencia. Me pongo de acuerdo con Sean Walsh, en Rabat, que me enviará un pasaje de ida y vuelta para el día 28. A esa reunión en Marruecos acudirán, también, Francisco G. Chaparro y esposa desde Sevilla. Preparé mi pasaporte, saqué los billetes de avión de las Líneas Aéreas Marroquíes, en la calle Princesa 7, y seguí instrucciones por teléfono desde Rabat. Al tiempo, Guillermo Calviño también recibía contestación de Mar John. Y, el 23, recibo la visita de un sacerdote casado, José Luis Oñate, con quien paso la tarde hablando de la problemática que planteaba para los españoles el Ordinariato Internacional. Efectivamente, el 28, salí de viaje hacia Rabat, desde Barajas, en un avión de la Royal Air Maroc. Hizo escala en Tánger. De allí hasta Casablanca, con mal tiempo. En Casablanca me esperaba Sean Walsh. Con él, en coche, fuí hasta Rabat. Al llegar, llamé a casa para que estuvieran tranquilos. Tras la cena en casa de los Walsh, mantuve un larguísimo diálogo, en el que también participó un matrimonio argentino, agregado militar de la Embajada.
El 1 de marzo seguía en la capital de Marruecos. Hice diapositivas de Rabat, salí de compras y, en casa de mi anfitrión Walsh, celebramos la Eucaristía en rito sirio, participando, también, otro matrimonio español. Y, tras la cena, nuevo coloquio, con llamada a los USA para hablar con Mar John. Al día siguiente, Sean Walsh me llevó al aeropuerto de Casablanca, desde donde regresé a Madrid, en cuyo aeropuerto me espera la familia en pleno. Les trajo regalos. Desde este viaje, me dediqué más intensamente al Ordinariato Internacional, procurando ayudar a los sacerdotes casados y animándolos a vivir, a seguir viviendo el sacerdocio desde una nueva perspectiva.
En España, el día 12 de marzo, se hizo un referendum sobre la OTAN. Ganó el “sí” por poca diferencia. Pero, ese día, en el Club Urbis, asisto a la conferencia, pronunciada por Enma Martínez, sobre “la mujer y los ministerios en la Iglesia”. Y, el 14, nuevo viaje a Huelva. En el mismo departamento del tren iba el obispo de aquella ciudad. Allí me esperaban Pepe Mora y Leopoldo Ales. Nos trasladamos a la Delegación de Cultura y, juntos con el Director General de Juventud y Deportes de la Junta de Andalucía, fuimos a visitar varios centros culturales y deportivos. Más tarde, se nos unió el Delegado del Gobierno, y todos comimos en el Club Marítimo. Al acabar el día, ya en casa de los Mora, se celebró la Eucaristía. Al día siguiente, 16 de marzo, reunido con quince parejas sacerdotales, y sus respectivos hijos, les informé sobre el Ordinariato, y les animé a vivir fielmente la realidad significada en el doble sacramento recibido. A la noche, regresé a Madrid en tren.
El 19, en el Club Urbis, dí una conferencia sobre “el celibato opcional y el sacerdocio”. Pertenecía a un ciclo de conferencias que, en ese Club cultural, se estaba desarrollando bajo el título genérico de “Cristianismo, sexo y marginación”. Entro en contacto con un tal Jesús Morea, ex-capuchino español y sacerdote casado, en los Estados Unidos, donde ejercía como psicólogo clínico
En abril, Mar John vuelve a Madrid y se hospeda en nuestra casa. También llegaron, desde Rabat, Sean Walsh y su esposa Enma. Con ellos, además de Guillermo Calviño y los Mantecón, me reuní en casa de éste, en la calle Goya 44. Desde allí se convocó al resto de los sacerdotes casados que, reunidos, el 5 de abril, en el “San Pío X”, en número de treinta y dos, escuchamos cada cual las experiencias personales de los que les visitaban y de ellos mismos. Y fueron informados sobre el rito de la Iglesia Oriental y sobre el Ordinariato. Volvimos a reunirnos, al siguiente día. Hubo Eucaristía, concelebrada por veinte sacerdotes, presidiendo junto a Mar John. Éste decía en castellano: “Sucede algo sobrenatural cuando se ora una hora”. El 27, invitado por Alfonso Borrego, sacerdote casado, hago de padrino de Confirmación de su hija Yolanda, que recibió el sacramento del Espíritu Santo con otros sesenta y un jóvenes en la capilla del Colegio Caldeiro.
Me doy cuenta de que la “agenda” es tan completa, que, por su medio, podrían escribirse las biografías de cada uno de la familia. No sé si, con el tiempo, sabremos valorar este inmenso cúmulo de datos que se registra en ella, y que resulta imposible transcribir. Yo la utilizo como medio evangelizador, donde apenas hay aspectos negativos y sí todo un intento de conocerme, de reflexionar sobre el vivir cotidiano, de plasmar y dejar a los míos una prolongación de mí mismo.
Para alabanza de Cristo. Amén.