El hijo de la viuda de Naím
Narra el evangelista Lucas que, un día, iba Jesús a un pueblo llamada Naim, acompañado de sus discípulos y de mucha gente. Cuando ya estaba a las puertas del pueblo, vio que sacaban a enterrar al hijo único de una mujer viuda. Iba mucha gente en el entierro, como puede comprenderse. Pero, viéndola el Señor, se compadeció de ella y le dijo que no llorara. Entonces, se acercó al féretro y lo tocó para que los que lo llevaban se detuvieran. Inmediatamente dijo: “Muchacho, levántate”. Y eso hizo el muerto, se levantó y empezó a hablar. Y Jesús se lo entregó a su madre.
Ahora viene la aplicación a nuestra vida. ¡Cuántas madres que no saben qué hacer con sus hijos, cadáveres ambulantes! ¡Cuántas personas a las que se les ha muerto lo que más querían y deseaban y necesitaban! A casi todos, la inocencia. A ver si Jesús saliera a nuestro encuentro, o nosotros al suyo, y tuviéramos la suerte de recuperar lo mejor de nosotros mismos. ¡Por Él, como hemos visto, no va a quedar!
Alfonso Gil González