Capítulo XXII
El primer hijo
Al iniciarse 1979, voy a usar dos “agendas” para mi “diario” personal: una, en la que reflejaré, como hace desde tiempo, la vida cotidiana, mi vida de cada día; otra, en la que dejaré unos escritos y reflexiones sobre textos varios en materia de teología. En las primeras páginas de esa segunda “agenda” reflexiono sobre la obra de Hans Küng, y voy a resaltar una serie de pensamientos de personas de la talla de un Descartes, de Pascal, de F. Mauriac, de Wittgenstein,, de R. Carnag, de Hegel, de Spinoza, de Fichte, de Fueuerbach, de Marx, de Freud, de Jaspers, de Schopenhauer, de Nietsche, de Weizsäcker, de Block, de Horkheimer, de Heideger, etc…
Pasada la Nochevieja en casa de mi hermana, regresamos a Madrid el mismo día 1 de enero del 79. Pero, el día 10, me encuentro tan mal, que tengo que irme del trabajo a media mañana. Se me durmieron los brazos y las manos, y el médico comprobó que tenía la tensión muy baja. Días antes, había escrito un precioso soneto sobre lo poco que vale todo, si no hay amor. Y el malestar físico, al que me refiero, me dio pie para, el 11, escribir otro soneto sobre la caducidad corporal y la muerte. ¡Cómo me vería!
La proximidad del parto de nuestro primer hijo nos animó a buscar una nueva casa en la calle Colomer 5, pues unos amigos de la Parroquia pensaban venderla para irse a otra mayor. Lo veremos luego. Imposible trascribir el movimiento que supuso este mes de enero. Tenía la vitalidad suficiente para llevar adelante mil y una acciones pastorales y educativas. El 3 de febrero, ya sabíamos que la nueva casa nos iba a costar tres millones de pesetas, de las que dos millones serán al contado. Pero esa adquisición la vamos a comentar con varias personas. En Roma 4, desde luego, no podemos quedarnos, pues el alquiler es caro y comprarlo sería carísimo. Casi todo el mes de febrero lo dedicaré a hacer gestiones para la compra del nuevo piso. Incluso el director del Colegio Caldeiro se ofreció a avalar el préstamo que se precisaba para pagar lo que pedían. Valía la pena. El 22 de febrero, se firma la concesión del préstamo en Cajamadrid.
Marzo del 79 comenzó con elecciones generales en España. El 3, inicio un cursillo de oración para jóvenes. Y el 4, enterado de la muerte de fray Cándido, le dedica un soneto que no tengo más remedio de trascribir:
Se nos fue de fray Cándido el semblante
/transparencia de vida franciscana
/ese rostro, cual sol de la mañana,
/que alumbraba sin ser alucinante.
Su cuerpo se nos fue, y su talante.
/ A ambos gobernaba su alma sana.
/Sabíamos que ya, en edad temprana
/su vida era un orar a cada instante.
Se nos fue, y quedóseme en el alma/
cual extraña fusión de gozo y llanto
/el vacío de su presencia ausente.
¡Quién tuviera una vida tan en calma,
/tan rica, cual la suya, del encanto
de haber hablado a Dios con voz frecuente!
Noticia terrible que se verá compensada, con creces, con el nacimiento de nuestro hijo mayor, el día 14 de marzo, a las 9´30 de la mañana, en la clínica maternal de Santa Cristina de Madrid. Al día siguiente será inscrito en el juzgado de Congreso, en el Paseo del Prado 30. Aunque tuvieron que meterlo en la incubadora, por tener un corazón más grande de lo normal, pronto saldría recuperado y feliz. El 18, ya estábamos en casa con nuestro primogénito, que será el centro de atención durante muchos días, y se le colmará de regalos.
El 3 de abril del 79, después de cuarenta y siete años, España volvió a celebrar elecciones municipales. El 13, sería el bautizo de nuestro hijo, en la misa de la Vigilia Pascual, en que canté el Pregón. Lo bautizó el párroco de Nuestra Madre del Dolor. En este mes, mi escribo un comentario al texto evangélico de Mateo. El de Marcos lo haré durante el mes de mayo. Ya saldrá a la luz todo eso. Los llantos nocturnos del primogénito van a conseguir que no duerma como solía hacer, como un lirón, y nos vamos a encontrar algo más cansados que de costumbre. El resto de abril lo emplearemos en ir comprando muebles para la nueva casa, a la que nos trasladamos el 3 de mayo, con la ayuda, para el transporte del joven personal de la Parroquia. Les invité a una pequeña merienda. Hasta que el traslado no fue completo, y se puso en perfecto orden la nueva casa, nos alojamos en casa de mi suegra Flora.
La peripecia del DNI
El día 13 de mayo pasaríamos nuestra primera noche en la nueva casa. Llevo una actividad febril. A finales de mayo me siento decaído, y el médico me aconseja que vaya al cardiólogo. Lo que no haré. El tiempo libre lo dedico a escribir, a escuchar música, a ayudar en casa. Aunque a mí lo que más satisfacción me produce es sentirme útil en la labor encomendada por la Parroquia. Por encima de todo, me sé sacerdote, y siempre busco la forma de ejercer mi sacerdocio, pues que Cristo no me rechaza por haberme casado. En estos días, estoy escribiendo, también, un comentario al evangelio de san Lucas, el evangelio del perdón, de la misericordia, de la aceptación de pobres y pecadores en el seguimiento de Jesús de Nazareth.
Me llama mucho la atención, en mis escritos, las veces que reflejo sentimientos parecidos a los que escribo el 4 de junio del 79: “Me encuentro un poco raro.¡Qué vacío me produce todo, Señor! Da luz a mis ojos. Mi alma está entristecida”. Mi biografía interior es difícil de narrar. Me debato continuamente entre “mi” mundo y el mundo que me rodea.
El 15 de junio, participo en la Eucarístía en la que se van a confirmar los quince jóvenes de mi grupo de catequesis. El vicario episcopal, Luis Maícas, les dará el sacramento del compromiso cristiano. Este buen hombre, que me apreciaba, no supo encajar el que el yo luchara por un sacerdocio casado y celebrara la Eucaristía.
Es un dato curioso que intentara la renovación del DNI en los mismos términos que el anterior, pero añadiendo mi estado de “casado”. La policía no quería que en el documento figurara lo de “sacerdote” y “casado” juntamente. Pero gané la batalla, como más tarde indicaré. Y junio fue un mes muy entretenido.
Empiezo julio cobrando la paga de beneficios del año anterior. Me entregan 25.000 pesetas. Como sigo en trámites de mi DNI, el párroco me hace un certificado de su nuevo domicilio, y el vicario episcopal me contesta animándome a mantener la fe y seguir evangelizando, pues “lo demás” no tiene importancia. Y se presentó en casa, el 12, para cenar y hablar conmigo.
Tras la visita que hicimos, el día 25, en Boadilla del Monte, a una carmelita, escribo que “es una pena que la vida religiosa, a veces, se mantenga más por las leyes que por la simplicidad del Evangelio”. Escribo el 1 de agosto: “La soledad es el mejor ambiente para oír al Señor”. El 13, me intereso por un muchacho que está haciendo la mili en Getafe, en aviación, cuyos padres hace tiempo que no saben de él. Al habla con el capellán de la base aérea, éste me explica que está en el calabozo por haber disparado contra un avión alemán. ¡Cómo están las cabezas!
El 15 de agosto bajaré con la familia a Cehegín para las vacaciones de estío. Vacaciones primeras de una serie, casi ininterrumpida, de descansos de familia en aquel bellísimo paraje junto al río Argos. Así, hasta el 23, con subida al pueblo, casi todo los días, que está a 2 km. El día lo pasa entre leer, escribir, tirar a diana con la escopeta de perdigones, comer y descansar. El 19, asistiremos en Caravaca a la Primera Comunión de mi sobrina Pilar, en las carmelitas.
Con uno de mis jefes de empresa, bajaré a Elche, el 15 de septiembre, para que pueda entrevistarse con un amigo, al que aceptará como representante de maderas en esa zona alicantina. Así, yo respondía al deseo de mi amigo de encontrar trabajo. Él me devolvería la visita el 19. Acabará septiembre del 79, y no habré podido renovar mi DNI. Ahora me van a exigir una carta del arzobispo de Madrid.
La primera quincena de octubre está llena de altibajos: la salud que se resiente y los matrimonios de Elche que me escriben animados por volverse a reunir conmigo. El 12, viajamos a Cehegín. Al día siguiente, mi sobrino Pedro Vicente se quebró una pierna al saltar con una caña. Lo llevamos al hospital de Cehegín y, en una ambulancia, se le trasladó a Murcia, en cuyo Hospital Provincial quedó ingresado. Sería operado el 17.
Ya en Madrid, el 22 de octubre, recibimos la visita de un matrimonio de Elche. Venían al médico y tendrían que volver a venir. Esa misma noche, anoto que “ha llorado el niño como no lo había hecho en mucho tiempo, con desgarro”. Y es que el dichoso bebé ya pesa diez kilos. El mes de octubre lo concluyo el escribiendo el siguiente soneto:
Condolido en el alma, casi exhausto
/jadeante en el ir hacia la orilla/
no queda ya de mí en la mejilla
/ni el cálido color del holocausto.
Quedóse todo atrás, la lozanía
/que antaño presumía casquivano
/vestida con sayal de franciscano/
apenas se la ve en lejanía.
Un paso nada más y, de improviso
/dejándome en los brazos deseados
/por fin mi corazón queda sumiso,
Unido a los espíritus alados
/ahora con mis pies a nada piso.
/Le amaré con los ojos extasiados.
Dejo el comentario a cada cual. Yo, no obstante, resaltaría palabras como “holocausto” y “brazos deseados”. Me muevo siempre entre la realidad, que para mí no lo es, y lo divino, lo único real para mí. Es palpable, en mis escritos, que me duele España, una “España que va cuesta abajo”. El terror, la delincuencia, la sinrazón de algunos medios informativos… me van a tener preocupado muchísimos años.
En noviembre del 79, sigo, erre que erre, con lo del carnet de identidad. El 19, hablando con el párroco, le comento “la actitud retrógrada de este papa, Juan Pablo II, que parece importarle más el orden externo y la ley, que el bien moral de los sacerdotes. Y Dios quiera que me equivoque”, añadí.
El 1 de diciembre sigo sin poder renovar el DNI. Tendrá que intervenir el cardenal Tarancón. En este mes, voy a dar clases de solfeo a unos jóvenes de la Parroquia. Cada domingo. Con ocasión de la Navidad que se avecinaba, escribo en mi “diario”: “Te doy gracias, Señor, por permitirme experimentar, desde dentro, los pros y los contras de la vida matrimonial y familiar. No es fácil, Señor, hacer de cada casa el hogar de Nazareth. Pero, si luchamos por ello, habremos dado buena respuesta y acogida a tu llamada y venida”. Este tiempo de Navidad lo voy a dedicar a leer el libro de Hans Küng “¿Existe Dios?”.
Durante 1979, seguí por televisión una serie de obras que consideré importantes. El lector puede comprobar mis gustos: “Becketh” de Shakespeare, “La caza”, “Psicosis”, “Pigmalion”, “Los que no perdonan”, “Ana de los mil días”, “La historia más grande jamás contada”, “Holocausto”, “Cromwell”, “Los hermanos Karamazov”, “El tormento y el éxtasis”, “Los vikingos”… Y a ello hay que añadir los conciertos de música clásica y los festivales de música.
Para alabanza de Cristo. Amén.
Alfonso Gil González