LENGUAJE SOBRE DIOS
Hace unos años, la Cátedra de Teología Contemporánea del Colegio Mayor Chaminade, de Madrid, organizó una serie de conferencia sobre el PROBLEMA DE DIOS HOY, que luego fueron publicadas bajo el patrocinio de la Fundación Santa María.
Una de esas charlas la pronunció el jesuita José Gómez Caffarena bajo el título "lenguaje sobre Dios". Y partía de la base de que el creyente monoteísta, mucho más que "sobre Dios", habla "a Dios". Y este mismo hablar a Dios no es para él separable de toda una actitud en la que, podemos decir, vive ante Dios, con Dios y desde Dios, porque su clave de comprensión es una constante alusión al TÚ ABSOLUTO.
Citando a Ludwig Wittgenstein, añadía que sobre aquello de lo que no se puede hablar, mejor es callar. Y es que, apuntillaba, hablar sobre alguien es en última instancia atribuir predicados a un sujeto ¿Cómo hacerlo, por tanto, sobre Dios? Primero habría que preguntarse qué se entiende por Dios. Los cristianos lo tienen fácil: Es Aquél a quien se refería Jesús cuando decía ABBA, aquél de cuyo reinado hablaba, aquél en cuyas manos se confió al morir y por Quien creyeron los primeros cristianos había resucitado. Por eso, terminaba su argumentación afirmando que si alguien en la historia humana ha sabido de qué hablaba cuando decía "Dios", ése era Jesús de Nazareth.
Ya los apologetas del siglo II hablaron de Dios como el Innombrable, añadiendo san Justino que si alguien se atreve a decir que hay un nombre que exprese lo que es Dios, mostraría estar absolutamente loco. Y el Pseudo-Dionisio afirma que cuando decimos de Dios que tal negación no le cuadra, decimos verdad; pero cuando creemos poderle poner atributos, generalmente son inadecuados. Es, por ello, que se precisa un lengua simbólico, que no falso, porque nos acercaría más a la verdad sobre Dios. Boecio usaba un aforismo que venía a decir que no es lo mismo el SER que aquello QUE ES, sino que aquello QUE ES es por el SER.
Ahora bien, la mayoría de las personas necesita la religión, o sea, el trato personal con la Trascendencia. Y, simplemente, porque el ser humano precisa de amar y de ser amado. Y esta es la clave cristiana en la relación con lo divino. Nadie puede amar a Quien no ve, si no ama a quien ve. De modo que, si nadie va al padre sino Cristo, por el Hijo, nadie va al Hijo sino en fraternidad. Así, el amor es el lenguaje de Dios para los hombres y el lenguaje de los hombres hacia Dios.
He, por tanto, de concluir esta reflexión con las mismas palabras de Caffarena: El mismo creyente está constitutivamente llamado a ser el narrador, a seguir escribiendo en la historia humana, con una vida hecha seguimiento de Jesús, la salvadora parábola sobre el dios que es amor.
No hay otro lenguaje.
Alfonso Gil González