Por un mundo mejor
Como testimonio histórico, éste que aquí dejo literalmente trascrito, de la conferencia-homilía del Padre Lombardi, jesuita, que habló en el Palacio de Deportes de Madrid, en 1960, y que es una pieza de oratoria brillante, resumen de la historia de la Iglesia y del pensamiento humano desde los tiempos de Jesucristo hasta el siglo XX. El Palacio de Deportes estaba abarrotado de fieles, sacerdotes y obispos. El P.Lombardi, siguiendo las instrucciones que, un día, le diera el papa Pío XII, iba recorriendo el mundo con una campaña titulada POR UN MUNDO MEJOR. El acto religioso se transmitió a España entera a través de Radio Nacional. Desde entonces,, he oído este discurso muchísimas veces. De gran belleza estructural, siempre me llama la atención la fidelidad ambiental que aquí se refleja. Me alegra tenerlo prácticamente asimilado. A mí me llegó esta grabación, providencialmente, a través de un disco grande, de vinilo, que se registró para perpetuar aquel acontecimiento en la capital de España. A caballo entre el año de noviciado y el primero de filosofía, di gracias a Dios de que llegara a mis manos con tanta autenticidad. Su valor histórico y antropológico no tiene desperdicio:
(Hermanos queridísimos, que llenáis este Palacio de los Deportes. Hermanos, que escucháis en tantas partes de esta España santa. Y, pensando en la palabra que habría debido decir a toda España, me ha parecido importante dejar en todos vosotros un sentido de profunda alegría, junto con un sentido profundo de responsabilidad. Alegría y responsabilidad: un verdadero resumen del espíritu genuinamente cristiano, siempre feliz y siempre responsable. Y, para obtener este fruto en vuestras almas, he pensado en este tema: Demostrar a vosotros, y a todos los que escuchan en España, que estamos viviendo la hora más grande, más bella, más gloriosa de la historia del mundo.
Hermanos míos: Hay una fecha en la historia del mundo en la cual la Humanidad se ha hecho verdaderamente pariente de Dios. Antes, no. Antes, no, ciertamente no, en aquella forma, en aquella medida extraordinaria. Una fecha en la cual apareció, verdadero hermano de los hombres, verdadero hijo de una mujer, de nuestra especie humana, apareció en la tierra el mismo Dios. Apareció el sol del género humano. Apareció el Dios-Hombre. Apareció Jesús. Y, desde que en el género humano hubo Jesús, el género humano subió en su dignidad divina hasta la puerta del Cielo. Y, desde aquel momento, nosotros somos hijos de Dios, hermanos del Dios encarnado, parientes verdaderos de la Divinidad. Todos aquellos 500.000 años, y tal vez más, que hubo antes del nacimiento de Jesús, no se pueden ni siquiera comparar con los años, con los siglos, que han seguido y que seguirán al nacimiento del Señor.
Pero, debemos ahora considerar la historia después de Jesús. Ya existe este Hombre-Dios, ya existe este Ser Infinito, que tiene en su divinidad, porque tiene naturaleza divina, toda la belleza, toda la potencia, toda la sabiduría, toda la fuerza, todo lo tiene, todo, todo lo bueno, porque es Dios. Después que existe este Hombre-Dios, se han desarrollado dos mil años. ¿Cómo afirmar que, entre estos dos mil años, vivimos ahora la hora más grande, más hermosa, más bella? Y yo veo, después del nacimiento de Jesús, un período histórico que, más o menos, ha ocupado catorce siglos. ¿Qué se ha hecho en aquellos siglos? Jesús, el Hombre-Dios, el centro de la Historia, el sol de la Humanidad, había dejado en el mundo una sociedad encargada para difundir su doctrina, para pervivir su vida, para elevar toda la Humanidad hasta la vida de la Trinidad. Y esta sociedad, la Iglesia, se entregó, con un esfuerzo colosal de siglos, para levantar los pensamientos de los hombres hacia su nueva y divina dignidad. Cerrados en los pequeños horizontes del mundo, los hombres habían vivido siglos y siglos, y, ahora, parientes de Dios, hermanos de Dios, hijos también ellos del Padre, con el Espíritu Santo como alma de su colectividad humana, los hombres debían ser educados para los pensamientos divinos del Cielo, de su familia divina, de la eternidad. Y fue un esfuerzo enorme. Ahora debemos resumirlo en pocos minutos, pero fue el trabajo de generaciones y generaciones de santos, de obispos, de sacerdotes, de almas santas en el mundo, que trabajaban para crear este sentido del cielo en una humanidad que salía de una historia completamente pagana.
Estupendo esfuerzo. Y entonces vemos en el centro de la cultura la Teología. Sí, hay la Ciencia, habrá siempre lugar para la ciencia. Pero, ¿cuál la ciencia de la humanidad pariente de Dios? ¿cuál la ciencia de los hombres que deben vivir para siempre la misma vida de Dios? La ciencia de la humanidad divinizada. La Teología. Y la encontramos en el centro del saber. Aparece en las universidades, las primeras universidades del mundo, y al centro está la Teología. Porque es la Universidad de los estudios del género humano pariente de Dios, de los hombres hermanos de Dios, de los hombres hijos de Dios. La Teología. Y todo aparece con esta mentalidad: casi separar la humanidad de la tierra, porque había vivido demasiado el espíritu de la tierra, porque tenía una tradición de sangre y de interés que ligaba el género humano a la tierra, y ahora se debía educar para el cielo. Y vemos las Ascética cristiana, el espíritu cristiano como espíritu esencialmente de desapego, de separación, alejarse del mundo. Somos ciudadanos del cielo, la tierra no es nuestra patria, la tierra tiene sabor pagano. Debemos elevarnos, debemos pensar en la eternidad, tenemos que tener la esperanza en nuestra patria eterna. Y todo este esfuerzo –yo sí lo sé, y casi todos lo conocéis aquel librito, que se ha leído tal vez como ningún otro librito en la historia del mundo, LA IMITACIÓN DE CRISTO-. Toda una ascética de separación, toda una ascética de liberación interior, toda una ascética de pobreza, de penitencia, de aislamiento, de soledad, de oración… Toda una ascética que lleve a este género humano, hijo de la tierra, hijo de siglos de tierra, lo lleve, lo lleve al aire puro de la eternidad. Y, para dar como una imagen sencilla de este esfuerzo, yo pienso en las figuras sagradas que los pintores hicieron los templos de aquel tiempo. Santos, diría, sin cuerpo. Santos, diría, donde las líneas se usan como símbolo de un alma. Santos sin cuerpo, sin colores humanos, con ojos perdidos hacia el cielo. Santos etéreos, símbolo de un cristianismo visto y vivido, esencialmente, como tendencia hacia el cielo, olvidando la tierra que no merece las miradas de los hijos de Dios.
Y yo veo este esfuerzo tremendo. Sus frutos han entrado en el patrimonio de la Humanidad. Yo veo, como conclusión de este esfuerzo, a dos figuras: un filósofo y un poeta. Un filósofo que hace la síntesis de toda la realidad con centro: Dios. Dios infinito de Santo Tomás, y los ángeles como progresivas y siempre inferiores participaciones de Dios. Y se desciende, en esta gradualidad de los seres, hasta la pequeña alma humana, que es el más pequeño de los espíritus que Dios ha creado. Y, bajo el hombre, el mundo animal, vegetal, las piedras, nada. DIOS. Y Santo Tomás, con su filosofía de Ser gradual, ha encontrado en un poeta la interpretación visible de su filosofía. Dante Alighieri. En un poema, que es la síntesis del pensamiento de la Edad Media, ha representado es visión del Universo, donde el hombre pequeñísimo, en un pequeñísimo mundo, se encuentra, casi diría, en el bajo absoluto con relación a todos los seres más altos que suben hasta el trono de Dios.
Catorce siglos. Yo llamaría a esta Edad “teísta”. La Edad de Dios. La edad en que la Humanidad, hecha pariente de Dios, hacía el esfuerzo para comprender su dignidad, para elevarse a la altura de su Padre Dios.
Y veo, después de aquellos catorce siglos, que comienza otra historia. Una historia que ha durado, podemos decir, cinco-seis siglos. ¿Cómo la llamaremos? Yo la llamaría la REBELIÓN DE LOS HOMBRES. Yo la llamaría “la edad de los hombres”. Quien estudia el proceso del espíritu humano, debe reconocer que, más o menos, en el siglo XIV, empieza un estado de descontento, que yo llamaría de cansancio. Diría que aquel esfuerzo ha como cansado a la Humanidad. Diría que este hombre, elevado al cielo, al cielo, al cielo, al cielo, al cielo, se ha encontrado en un aire como demasiado puro. Y no ha podido respirar. Y yo veo otra línea histórica, que es la rebelión de los hombres. No niegan, al principio, la existencia de Dios. No niegan, al principio, que Jesús es el Dios encarnado. No niegan que aquel Jesús ha dejado sobre la tierra a su Iglesia para continuar su obra en los siglos. No niegan. Pero empiezan con un fenómeno, que me parece más de corazón que de cabeza. Empiezan a sentir cansancio de aquel esfuerzo demasiado celestial. Y es aquel fenómeno que se ha llamado, por esto, RENACIMIENTO. Es el espíritu humano que quiere renacer, que quiere afirmarse de nuevo, después de este esfuerzo tan grande que lo había levantado hasta los horizontes de Dios. un descontento vago por esta exageración, pensaron, del sentido del cielo. El cielo existe, sí, nadie lo quiere negar. Jesús es Dios, sí, nadie lo quiere negar. Pero esta tierra también es hermosa. Cuántas flores. ¿Y el amor? El amor humano. Sí, Dios es grande, Dios es infinito, Jesús es el infinito Dios. Pero yo siento una atracción para esta mujer, para esta flor… ¡Ay! El cielo. Nadie lo quiere negar. Pero esta nuestra vida, ésta la queremos vivir.
Y así pasó un siglo. Un siglo que, en la vida del hombre particular, yo compararía con la adolescencia. Cuando el corazón no niega la fe, que se ha enseñado en la infancia, pero, con sus nuevas aspiraciones, siente que hay una nueva vida que vivir. Un siglo, que yo llamaría de pausa en la historia. Como la adolescencia es una pausa y nadie puede quedarse en la adolescencia. Se debe decidir. Se ha hecho como un contraste, un conflicto entre cabeza y corazón. La cabeza es todavía cristiana, la cabeza tiene todavía la idea del cielo y de la eternidad, pero el corazón se está haciendo pagano. ¿Qué acontecerá? ¿Quién tendrá la victoria? Y en el fenómeno colectivo se ha tenido la victoria del corazón.
Y vemos en los siglos que han sucedido la crisis progresiva en el plano intelectual. No podían quedarse así, con la fe de la eternidad y con el amor de la tierra. Con la cabeza cristiana y con el corazón pagano. No podían quedarse. Debían decidir: o cristianos integrales, o paganos integrales. Y la oscuridad del corazón ha comenzado a subir. Y vemos, en el siglo XVI, un siglo después del Renacimiento, el primer paso de la crisis intelectual. Dios, Dios existe. ¿Quién podía negar a Dios, en aquel tiempo? Jesús, Jesús es el hijo de Dios. ¿Quién negaría esto, en aquel tiempo? Pero había entre los hombres un grupo que se presentaban ellos como los representantes de Dios. Y empieza la duda intelectual. Y se dudó de la Iglesia Católica. No se discutió Dios, no se discutió Jesús, se discutió la autoridad visible de la Igesia Católica. Y con esta tercera trinchera, yo diría, de la religión: Dios, Jesús, Iglesia jerárquica, con esta tercera trinchera, la más cerca de los hombres, empezó la batalla del pensamiento rebelde. Y fue el FENÓMENO PROTESTANTE. Nos quedaremos con Dios. Quedaremos con Jesús. Pero ya no creemos en estos hombres que se presentan como representantes de Dios. Y fue un siglo de lucha para quitar del escenario de la historia a los sacerdotes, los obispos, el Papa, los representantes visibles de aquel Dios del cielo. Y con el siglo XVI el pensamiento más típico de la humanidad moderna acabó con la Iglesia.
¿Podía continuar esta situación? Un corazón pagano, que había vencido, que había creído vencer la primera batalla intelectual, ¿ y quedarse en los pisos superiores de la inteligencia con la fe en Dios, con la fe en Jesús? Y el siglo XVII, y el siglo XVIII, luchó contra la segunda trinchera del pensamiento religioso: contra Jesús. Se levantó una bandera. Se llamó RACIONALISMO. La razón. Y la razón no admite este Dios encarnado. Y la razón no puede admitir, dijeron, que Dios se ha hecho hombre. Dios existe, Dios existe. ¿Cómo se puede negar Dios? Pero que Dios se haya hecho hombre, pero que Dios haya aparecido como un niño, pero que Dios haya llorado, pero que Dios haya muerto… no lo podemos aceptar. Y en el nombre de la razón lucharon contra Jesús. Las tinieblas del corazón, hecho pagano, en el período del Renacimiento, habían subido hasta la Iglesia, habían subido hasta Jesús. Y aquel pobre Jesús, que ya no tenía frente al pensamiento típicamente moderno la defensa de un magisterio auténtico, jerárquico; aquel pobre Jesús que callaba, dejando en las manos de sus críticos solamente las páginas del Evangelio, no se defendió. Y el pensamiento moderno pensó de haber matado a Jesús.
Llegamos al siglo XIX. ¿Podía continuar esta situación? Dios, en el piso supremo de la inteligencia. Y un corazón pagano, que había vencido, que había creído de haber vencido dos batallas contra Iglesia Católica y contra el cristianismo en general. Y el siglo pasado, en el nombre del pensamiento humano, ha lanzado por primera vez en la historia la batalla contra Dios. Si se tuviese más tiempo aquí, se podría analizar los decenios del siglo pasado, las distintas etapas de esta lucha lanza contra Dios: en el nombre del IDEALISMO, en el nombre del POSITIVISMO, en el nombre del CRITICISMO, en el nombre del PRAGMATISMO… Todas las teorías diferentes con un único objeto: liberar finalmente a la Humanidad, por entero, de aquel pensamiento, oscuro y vago, de un Dios que oprime a la Humanidad. Y el siglo XIX termina con un hombre, que a mí me parece la síntesis del pensamiento humanístico moderno. Yo lo veo paralelo a lo que hemos dicho de Santo Tomás, a lo que hemos dicho de Dante Alighieri para la Edad Media. Yo veo a un hombre, que es el símbolo más fuerte, más coherente, más violento del pensamiento típicamente humanista y moderno: FEDERICO NIETCHE, que vive en los últimos años del siglo pasado y tiene en sí la satisfacción diabólica de “haber matado a Dios”. Esa es su palabra. Y mira al siglo que vendrá como el primer siglo de la libertad. Los hombres hemos vencido la guerra de liberación. Los hombres han matado a Dios. Los hombres quedan dueños del Universo. Los hombres son los seres supremos de toda la realidad. Impresionante, digna de Shakespeare, si hubiese vivido todavía, la muerte de este hombre en un manicomio. Este hombre trágico, que ha sentido en sí mismo como el resumen del esfuerzo de cuatro siglos para liberar la Humanidad, y termina él perdiendo el uso de su razón, en una incapacidad de loco, cerrado en una pequeña habitación. ¿Había terminado la edad humanista? ¿Había terminado este esfuerzo del hombre para liberarse frente a aquel viejo Dios? Nietche había pensado que sí. Nietche había pensado que su batalla había sido la última batalla.
Ahora estamos en el siglo XX., cuando en el nombre de otro alemán se ha lanzado al género humano entero esta esperanza: Con la muerte de Dios todos los hombres serán felices; también los campesinos; también los obreros; todos. Ya no habrá miseria, cuando habremos matado al enemigo del género humano, que es Dios, ya tendremos la verdadera felicidad. Y, en el nombre de MARX, se ha enseñado, la primera vez en la historia del mundo, la muerte de Dios a las masas de la humanidad. Cuántas masas de gente han escuchado en nuestra generación que no se podía dar la felicidad a los pobres, que no se podía dar la justicia a los obreros, que no se podía redimir la gente del campo si no se acepta la muerte de Dios. Y bajo aquella bandera se ha construido en nuestra generación el imperio más grande que la historia de los siglos ha visto. Ni Carlos V, ni Napoleón, ni los emperadores romanos, ni los ingleses, había actuado nunca en la historia un imperio como se ha actuado con la bandera CONTRA DIOS.
Hermanos: Con este cuadro que hemos hecho, con esta segunda edad de la historia después de Jesús, con esta visión horrorosa del dominio de los enemigos de Dios, ¿podemos seriamente afirmar que nuestra generación es la más hermosa de toda la Historia? Aquí caemos en el ridículo. Aquí decimos una cosa absurda. Hemos llegado con dos etapas de la historia: una teísta, que subía, subía, subía al cielo, casi olvidando la tierra; otra humanista, que afirmaba, afirmaba la tierra, la tierra, la tierra… Y hoy domina la tercera parte del mundo. Y millones de hombres están esperando aquella bandera en otras partes. Con este cuadro ¿podemos afirmar seriamente que estamos la hora más bella de la historia?
Hermanos míos: la historia no hace pausas. La historia no se hace con pedazos, uno de tras de otro. La historia tiene la semilla de lo que vendrá, bajo el dominio clamoroso de la edad precedente. La Historia de la Humanidad, hecha con millones y centenares de millones de hombres, no tiene solamente un fenómeno. Tiene un fenómeno dominante, tiene un fenómeno triunfante, tiene un fenómeno clarísimo. Pero los que estudian la Humanidad encuentran, en el dominio solemne y clamoroso de hoy, las señales del mundo que vendrá. ¿Cuál es nuestra situación histórica? ¿Estamos nosotros en el entusiasmo de esta bandera de los hombres sin Dios? He viajado mucho, y aquí lo digo porque me parece útil para vosotros. He hablado en casi todo el mundo. Os digo: la situación típica de hoy es una situación de fracaso, es una situación de desorientación general. ¿Por qué? Porque las dos grandes banderas que se han levantado para organizar le felicidad terrestre de los hombres, después de haber echado a Dios, las dos banderas que dominan el mundo humanista, las dos banderas que quieren organizar la felicidad del hombre, que han conquistado su liberación frente con Dios, aquellas dos banderas aparecen hoy a los hombres fracasadas. Cuando en la historia de la revolución humanista se llegó al racionalismo, que tenía un dios vago, pero ya había destruido a Jesús, y había creído haber destruido a la Iglesia; con aquella visión del mundo racionalista, soñaron una organización social que llamaron LIBERAL. Dios vago en el cielo no piensa en los hombres. Aquí en la tierra no hay representantes de Dios. Nunca apareció un Dios-Hombre, que es una cosa ridícula. ¡Debemos nosotros, los hombres, organizar el mundo! Y soñaron la organización liberal. La organización de la libertad de todos. La organización de un Estado, de una autoridad que dejara a cada uno la libertad para afirmarse en el mundo. Con aquella bandera, que se levantó sin el Dios cristiano, que se levantó sin Jesús, con aquella bandera, hermanos míos, se han hecho horrores. El mundo liberal, el mundo capitalista, el mundo frío, el mundo cruel, el mundo desértico, el mundo egoísta… Yo he viajado, yo he hablado en todas aquellas naciones, más o menos, bajo la bandera del liberalismo, bajo la bandera de la libertad, bajo la bandera del mundo occidental. Este mundo, que se ha creado sin Jesús, que se ha creado en el nombre del egoísmo de cada hombre que quiera hacer lo que quiere. Esta bandera ha derramado tantas lágrimas. He visto en una capital millares de hombres que buscaban en la basura pública, para ver si encontraban algo que todavía tuviese algo de valor. Mundo cruel, mundo frío, mundo egoísta. Las ganancias al Capital, a los otros un salario para que vivan, para que puedan todavía ser explotados, para que sirvan al capital y se haga mayor, y ellos mueran, mueran, hay otros, hay otros, hay siempre otros para el capital. Y el fracaso de aquel mundo ha sido registrado en la historia con un nombre: ha aparecido el COMUNISMO. El fracaso del capitalismo privado y exagerado se ha registrado con este nombre: comunismo. La rebelión de los explotados, la rebelión de los hombres sin nada, la rebelión de los hombres que dicen “¡Pero también nosotros somos hombres!” La bandera de esos se ha construido bajo otra inspiración. Ya no había racionalismo, había el materialismo, había la muerte de Dios, todavía más fría que el racionalismo. Todavía más negativa. Y con aquella muerte de Dios, se ha organizado la bandera de estos infelices. Y esta bandera se ha llamado SOCIALISMO. Y esta bandera se ha llamado “socialización universal de los medios de producción”. Esta bandera se ha llamado “comunismo”.
Hermanos: ¿Es un sol del porvenir? Yo he estado también allá. Yo he predicado en una iglesia, en el Berlín oriental, con el permiso y bajo la vigilancia de los rusos. El clima de aquel mundo es horroroso. El campesino, el obrero, en el mundo capitalista son explotados, sí, ciertamente, muchísimas veces. El campesino, el obrero, el burgués, el profesor, todos son esclavos en el mundo socialista. ¿Por qué? Porque eso está en su misma doctrina. Si el Estado debe tener todo, todo, todo él, ¿qué queda para los hombres singulares? ¿Qué queda para los particulares? Y viven bajo este dueño tremendo, que se llama el ESTADO ANÓNIMO, y en verdad hay algunos hombres que han tomado esta bandera y son los dueños de un mundo de esclavos. Y la tragedia, la tragedia. Hemos hablado con millares de hombres que han salido de aquel mundo. En Italia tenemos, cada día, hombres que huyen, que huyen, que huyen, pues nosotros tenemos los confines con aquel mundo. La tragedia es una nueva esclavitud, porque el Estado es el dueño de todo. Y el Estado son algunos hombres, porque el Estado en sí mismo no existe. Es así nuestra situación: vivimos en un mundo, donde son dos dueños. El capital privado del mundo occidental, el Estado capitalista del mundo oriental se han hecho los dueños de una humanidad que llora y no sabe dónde esperar salvación. Y lo peor, lo peor, lo más trágico, aquellos dos mundos uno contra otro. Los dos con armas que pueden dar el fin al mismo mundo.
Hora de fracaso. ¿Y es positiva? ¿Y es bella? ¿Y es la más bella? Hermanos míos, es el fracaso de algo negativo. Es el fracaso de algo que no era bueno. Es el fracaso de un mundo que se ha construido contra Dios. Es el fracaso de los hombres que habrían creído tener su libertad matando a Dios. Entonces, ¿la hora más hermosa por que fracasa todo?
La historia no termina nunca. La historia no hace pausas. Mientras algo fracasa, nace el mundo del porvenir. El futuro está vivo. El futuro es el niño de hoy. ¿Qué hay en el mundo de hoy mientras asistimos a este fracaso horroroso? Nos amenazan los hombres principales del mundo. ¿Qué es lo que nace? Nace una nueva historia. Nace una tercera historia. ¿Cuál será? ¿Volveremos a la Edad Media? ¿Volveremos a los sacerdotes que prediquen a todo el mundo que no debe mirarse al mundo y que el sólo el cielo tiene valor? Después de haber construido los aviones, la radio, la televisión. Después de haber descubierto la energía atómica, ¿negaremos todo esto para huir a los desiertos y ser felices? La historia no vuelve nunca atrás. La historia no vuelve nunca atrás, como el hombre viejo nunca se ha hecho joven. El mundo de aquella Edad acabó. El mundo de la edad humanista está acabando. ¿Qué es lo que viene?
Hermanos: Viene una síntesis, debe venir una síntesis. Debe venir algo que tome lo que era vivo en aquella edad, que tome lo que es vivo en esta edad. ¿Qué había hermoso, santo, maravilloso en la Edad Media? Había el reconocimiento del Cielo, había el reconocimiento de que el hombre tiene un alma inmortal, había el reconocimiento de que el hombre no puede vivir sólo para la tierra, porque tiene el cielo, porque tiene la eternidad. ¿Qué hay legítimo de esta historia moderna, que hemos llamado humanista? Hay que el hombre tiene también la tierra, hay que el hombre tiene también el cuerpo, hay que el hombre tiene también que vivir en este mundo hermosísimo, hecho por el mismo Dios. Y, entonces, si se habían cansado de un esfuerzo prevalentemente espiritual, si están fracasando con un esfuerzo principalísimamente material, debemos pensar una nueva historia, donde un mundo que fracasa sin Dios venga a pedir a Dios la salvación, pero no con la mentalidad de la Edad Media, porque han pasado cinco siglos y no se destruyen jamás. Tenemos aquí una nueva historia en que la Humanidad vuelva a Dios, conservando su simpatía, su contacto con un mundo maravilloso que se ha revelado siempre más. Yo entiendo perfectamente que, cuando ha descendido el Hijo de Dios en el mundo, en un mundo pagano, y se debía levantar la humanidad para que creyera en la eternidad, para que pensara en la eternidad, ya no tenía valor nada en el mundo. Todo esto es pequeño, todo esto es vulgar, todo esto es nada. Ya somos los hijos de Dios.
Pero, ahora, con un cristianismo más maduro, con un cristianismo, también, que ha vivido los siglos de la edad humanista y terrestre, con un cristianismo que tiene experiencia de esta nueva historia, debemos pensar en una nueva- tercera historia, donde se haga la paz entre cielo y tierra, donde se unan los valores del espíritu y los valores de la tierra, que es hija de Dios, también, ella. Debemos crear una historia donde el cielo se haga luz de la tierra. No un cielo enemigo del mundo. No un cielo para negar la tierra y las flores del mundo. Un cielo para iluminar la tierra que, sin sol, se hace árida. Una nueva historia, donde el hombre sienta su dignidad divina, porque esto ya no se puede destruir; donde el hombre sienta su porvenir celestial, pero vea también la tierra como algo que donado nuestro Padre celestial, y trabaje para que las flores del mundo se multipliquen en una alegría de fiesta de esta familia tan querida por Dios. Una tercera historia, donde se una el respeto del individuo, como lo quiere el mundo occidental, y también se quiera el bien común, como, por lo menos son sus palabras, proclama el mundo oriental. Esta síntesis de los dos mundos actuales sería hacer una síntesis cristiana de cielo y tierra.
El mundo está sin orientación. Hemos visto a los grandes del mundo, que no saben en qué esperar. Son dos mitades del mundo, una contra otra. ¿Dónde se hará la salvación? Venga el Cielo para dar a la tierra su orientación. No un cielo lejano, no un cielo que puede parecer enemigo del mundo, no. Un Cielo que hace la paz con el mundo de los hijos de Dios. Y, en esta fraternidad de los hijos de Dios, se haga la fusión de dos mundos que se han construido sin Dios y no saben encontrar su paz. Se haga un mundo nuevo, donde se respete lo que el mundo occidental tiene como positivo, que es el respeto del hombre; donde se tenga, también, lo que el mundo oriental tiene como fuerza innegable: la bandera de una justicia mayor. Se funda todo esto en un cristianismo aplicado al mundo.
Nueve días hemos hablado, nueve días, para mostrar cómo el cristianismo daría la paz en el mundo. Entre los hogares, entre las clases, entre las naciones, entre las facciones de la misma patria. Hemos visto cómo el cielo no es venido del mundo, sino que es la única forma para dar al mundo la paz. Pues bien, ¡venga este nuevo mundo! Venga esta hora estupenda en que la Humanidad, que quiere el cielo, aprenda que el camino del cielo hace hermosa la tierra. Es el único camino para hacer hermosa la tierra. Nacen las flores de la paz, nacen las flores del amor, cuando se aplica entre los hombres la doctrina celestial de nuestro Padre Dios. Padre nuestro que estás en el cielo, sí, yo quiero tu Reino eterno, pero yo quiero, también, tu Reino en el mundo. Yo quiero que ti justicia, yo quiero que tu bondad, yo quiero que tu amor se difunda entre todas las naciones del mundo, para que se haga la fraternidad humana. Y, en esta fraternidad, el mundo capitalista, egoísta, ceda algo de su egoísmo frío, y el mundo comunista, con el odio, ceda aquel odio que es malo y que no da paz, y se haga la fusión de todos, como hermanos.
He dicho, al principio, ALEGRÍA Y RESPONSABILIDAD. Alegría, porque no debemos ver esta hora como negativa. La debemos ver con la esperanza de un mundo que nace. Pero, también, responsabilidad, porque si los hombres no participaran con su esfuerzo a la creación de este mundo que viene, este mundo se tardará y podría, también, no ser. Es la grande hora de la responsabilidad cristiana. Que nuestra fe en Dios se transforme en amor de los hombres. Que nuestro amor para el cielo se transforme en amor de la tierra y de los hombres que viven en el mundo y que necesitan de nuestro amor. Es la gran hora de responsabilidad de la Iglesia. Es hora de que nuestra religión vertical se transforme en religión también horizontal. Vertical, porque es religión de Dios. Pero también horizontal, porque Dios se ha hecho hombre y se encuentra en la Humanidad.
¡Oh, España Santa, que tienes tanta religión vertical! ¡Que tienes a tantas almas que miran al dios del cielo! ¡España santa, que todo este esfuerzo celestial se transforme en luz, en calor, en amor entre los hombres! Una religión horizontal también. Entonces, de esta Patria saldrán apóstoles para otras partes del mundo. Un plan de Dios, que aquí se predicara la primera vez este Novenario del Amor. ¡Tierra que puede dar apóstoles al mundo! ¡Tierra que debe enseñar al mundo que el cielo hace bella a la tierra! No solamente una religión de Procesiones, no solamente una religión de pueblos en las iglesias. Una religión de amor al prójimo, una religión de justicia social, una religión de amor entre los hombres, de dignidad de los campesinos, de los obreros, de fraternidad, de igualdad. Y en esta predicación de una religión sintética entre cielo y tierra está la hermosura estupenda de nuestra religión. Yo siento, después de la edad teísta, después de la edad humanista, debe venir la edad de Jesús, el Hombre-Dios, el verdadero Dios del Cielo y el verdadero Hombre de la Tierra. Y en el nombre de este Jesús se construya el mundo futuro.
Hermanos míos, ya termino. Es el último instante que puedo hablar a toda España. Mi corazón de hermano quiere decir tantas y tantas cosas, pero vosotros ya lo habéis comprendido todo. Os digo solamente esto: Una admiración profunda para vuestra religión. Pero el gozo, fraterno y cordial, de que esta religión fructifique siempre y más en el mundo, para la felicidad de España, para la felicidad de la humanidad, para la Gloria de Dios. ¡POR UN MUNDO MEJOR!)
El aplauso se hizo ensordecedor, tras tantos minutos de atención y silencio entre los millares allí presentes.. Sí, este es un documento histórico de primera magnitud.